Son meses delicados para los cofrades. A pocos días de celebrar una Navidad tan incierta, la cual, no sabemos hacia donde nos llevará los próximos meses, se va agotando el reloj de arena que marca que la próxima Semana Santa, de la cual estamos a poco mas de 100 días y con todavía en el recuerdo, una Semana Santa de 2020 a base de Youtube y confinamiento estricto, tiene que ir tomando forma y nadie se atreve a dar el primer paso o dilucidar que va a pasar.
Están hoy en día los nervios a flor de piel en un mundo cofrade donde dar cualquier paso en falso puede darte la gloria o la muerte (metafóricamente hablando) en cuestión de días. Se habla mucho, de las reuniones entre los consejos de Hermandades de Andalucía, de sus pactos, de las conversaciones con la Junta de Andalucía y próximas reuniones.
Pero el tiempo pasa y seguimos en el mismo punto de partida.
Es por eso por lo que hay estamentos donde, por cuestiones diferentes, prefieren atajar el problema ya de primeras y otros donde esperar es su solución, para que después sus decisiones no se les vuelvan en su contra, caso que nos encontramos explícitamente en nuestra ciudad y por parte de nuestro Consejo de Hermandades.
Escuchamos en varias entrevistas al Presidente del Consejo de Hermandades decir que todavía es pronto para decidir que hacer y que hasta cincuenta días antes tenemos un margen de movimiento para poder organizar una Semana Santa sea en el formato que sea. Pero aquí viene la cuestión. ¿Es eso cierto?
¿En qué se trabaja desde el Consejo?
Y es que vemos en las apariciones públicas, que hay una idea clara desde el núcleo del consejo para la Semana Santa de 2021 y es el proyecto de modelo que ya anuncio Málaga desde un estudio de viabilidad, que bajo mi opinión personal tiene más sombras que luces y que creo que parte más desde una pesquisa de ilusión que desde una realidad consensuada.
Y es que un aforamiento de un circuito cerrado para un «cofradiódromo» al más puro estilo del carnaval brasileño, es una odisea imposible de llevar a cabo. En especial, porque la ciudad no dispone de un dispositivo de seguridad para llevarlo acabo, así de como una partida presupuestaria capaz de organizar toda la infraestructura posible.
Para realizar un circuito cerrado de cofradías, el que como mínimo alcanzaría buena parte del centro perimetral de la ciudad, habría que seguir, basándonos en modelos anteriores que dieron resultados, los dispositivos que se utilizaron para la acotación del acto del Gran Poder que se realizó en Sevilla y del que tanto alabamos en su organización.
Por ello, las fuerzas del orden y seguridad tendrían que cortar todas las calles, paralelas, tiendas, bares, administraciones públicas y un largo etc. desde un mínimo de dos horas antes del comienzo de los desfiles procesionales hasta la finalización y posterior desmontaje de los operativos de seguridad. Añadiendo a todo esto que todas las viviendas, así como alquileres turísticos y hoteles del perímetro cerrado, no puedan entrar ni salir de sus domicilios durante todas las horas que duren las procesiones.
¿Hay ciudad que soporte eso? ¿Tenemos suficientes medios de las fuerzas del orden para organizarlo? ¿Si un penitente o participante del desfile se recoge dos horas antes de que se terminen todos los recorridos y vive en el centro, tiene que esperar a que se desmonte todo para poder entrar en su domicilio? ¿Y si en vez de uno son 600? ¿Si el sector hostelero / comercial ya de por sí se está desangrando, le vamos a pedir que durante una semana cierre su empresa para poder celebrar nosotros procesiones en la calle? Son tantas lagunas (estas son solo unas pocas) que creo que a veces nos puede más la ilusión que otra cosa.
El Plan B
El segundo modelo que se baraja es directamente todo lo opuesto, montar los pasos en las iglesias y que la gente vaya a visitarlos, pero ¿realmente eso es una Semana Santa? ¿estarían las hermandades dispuestas a invertir el tiempo de montaje, así como para flores, velas, sin ingresos algunos? ¿pueden soportar las iglesias estos montajes, teniendo en cuenta que tenemos algunas donde conviven entre cuatro o cinco hermandades y ya en la normalidad (durante la propia semana mayor) tenían que hacer encajes de bolillos para poder montar y desmontar pasos ya que no cabían todos en el templo?
¿Y entonces, cuál es la solución?
Por desgracia todo esto es tan difícil que no podrá llover a gusto de todos. Pero si hay algo que debemos sacar en claro, es que no podemos organizar desde la ilusión y la esperanza, que nunca hay que perderla por supuesto, pero sí hay que mezclarla con la conciencia y la realidad del día a día. Ya la experiencia de estos pocos meses nos ha dado la visualización de que este proceso pandémico, se va moviendo con lentitud, si prisa, pero sin pausas y para tener un marzo de un cambio drástico con esperanza, el país debería de pararse de Diciembre a Marzo y eso no va a pasar.
Y sí, las vacunas son nuestra esperanza y ese golpe a las curvas tan dibujadas últimamente en periódicos y telediarios que nos darían un nuevo escenario, pero eso según se lee desde los medios expertos, empezará a notarse a principios de verano.
Es por eso por lo que el Consejo, donde sus esperanzas al milagro y al cambio radical del 2021 son palpables a través de sus testimonios, debería no solo ya de clarificar sus propuestas y consensuarla con expertos y demás ámbitos sociales activos dentro de lo que es la organización de la polis, sino justificarlas para que las partidas económicas den su visto bueno en el plan de viabilidad. Porque igual con trabajo y otras opiniones pueden que surjan otros modelos, otras formas de vivir la Semana Santa próxima, y ver, aunque sea algún acto externo, fuera o no encima de un paso.
Porque si no tenemos todavía nada en claro y nos basamos en la ilusión, posiblemente a treinta días del Domingo de Ramos, nos veremos con las manos vacías y sin nada y nos daremos cuenta de que, por desgracia, la triste realidad, nos dirá que estaremos abocados al fracaso.