Es difícil identificar una tradición social o cultural después de tantos siglos de historia. Y más en un país como el nuestro que ha vivido periodos donde se han reescrito las historias en base a épocas oscuras o de aspectos muy convulsos.
Quizás es por ello, por lo que a la hora de generar debates tradicionalistas corremos el riesgo de errar en las defensas que nos auto generamos a la hora de participar en discusiones u opiniones sobre tradiciones concretas.
Y en el caso de las cofradías y la propia Semana Santa aún más ya que desgraciadamente nos encontramos faltos de formación en muchísimos aspectos tanto históricos como religiosos.
Por eso cada vez que se genera un debate como el que en estos últimos días ha vuelto a salir a la palestra, y que lleva dándose durante décadas, generar una base sólida se hace casi imposible.
Y este no es otro que el de la carga que, a raíz de la rumorología y las posteriores declaraciones de un Hermano Mayor en un portal online, ha generado (otra vez) el tan detestado debate de la carga a hombro u otros sucedáneos de otras localidades para su implantación en nuestra ciudad.
Este debate, ya algo anticuado en su forma y género a lo largo de los años en nuestra ciudad, siempre tiene un leitmotiv que es eje de toda disputa: la tradición.
Y conste que, a este apóstol, con siglos de historia, no hay cosa que más le guste que se guarden las tradiciones de la ciudad que considera más Bella del mundo, incluido en lo que a las cofradías de la ciudad se refiere.
Pero claro hay una cosa que Judas nunca llega a entender: ¿por qué incluso para las tradiciones somos selectivos?
Y me explico.
Está muy bien eso de salvaguardar la horquilla y la carga al hombro.
Pero… ¿y lo demás?
Porque durante los últimos cien años, Cádiz ha ido perdiendo tradiciones ya sean culturales, artísticas o estéticas dentro de la propia fiesta.
Porque frente a la revolución de Ojeda y los palios, Cádiz sucumbió a sus gustos y no hemos leído que hubiera debates sociales (al menos este apóstol no tiene conocimiento de ellos) frente a nuestro recordado templete.
También hemos perdido, ya sea por desazón social o cultural, los famosos monumentos del Jueves Santo, el vestirse con decoro durante las fiestas, la mantilla, no solo como elemento del cortejo procesional, sino como vestimenta de luto durante los días de Pasión y un sinfín de tradiciones a las que nadie hacemos hoy frente.
Por supuesto a la tradición musical de nuestra ciudad, la cual carece por ejemplo de una banda municipal o de las propias hermandades que no salvaguardan repertorios que grandes compositores nos dejaron para la posteridad sustituyéndolas por marchas que nada tienen que ver con nuestras cofradías y si con aquellas que traspasan nuestras fronteras.
Pero no hay que irse muy lejos.
Solo basta mirar como hemos desintegrado una Carrera Oficial implantada en nuestra ciudad desde hace décadas y que no hemos tenido miramiento en desplumarla en menos de un par de ellos para hacer un sinsentido de calles que no tienen ni pie ni cabeza, solo por intentar trasladarla a un formato que es tradición de otras ciudades de la geografía andaluza pero nunca de la nuestra.
Con todos estos datos, es previsible que lo único que nos queda culturalmente tradicional y que el propio Consejo de Hermandades, y por ende las propias cofradías, introdujeron como punto clave para la obtención del título de Fiesta de Bien Turístico Nacional, termine perdiéndose en el tiempo. O al menos conviviendo con otros modelos distintos a la carga al hombro y con horquillas.
Y serán muchas las excusas que se pongan (pasos pesados, largos recorridos, juntas soberanas, etc.)
Pero realmente hay un único motivo que escondemos tras esas excusas: la desidia de la propia ciudad en sus verdaderos signos de identidad.
Y eso pasa porque realmente, aunque escribamos auténticas verborreas con palabras técnicas que nos hagan parecer personas noveles (este apóstol se incluye), verdaderamente demostramos que no tenemos ni idea de nuestra historia ni tradiciones.
Es por ello por lo que el debate de la carga nos debería de hacer pensar en que debemos realmente culturizarnos más en lo religioso, devocional y cultural sobre la historia de nuestra ciudad y por supuesto de nuestra propia Semana Santa.
Y sí. Quizás la tradición de la carga es la considerada más vana o vulgar en el estatus de la religión.
Pero igual luchar por ella es el primer paso para recuperar todas y cada una de las señas de identidad que perdimos, hasta llegar a la de la religiosidad, las más importante y para la cual, Cádiz, era debería de volver a ser ejemplo para más de alguna que otra ciudad.
Esa es la verdadera lucha en la que debemos empezar a centrarnos.
