Sé que fui el apóstol más odiado, pero hoy le escribo porque me hallo necesitado.
Necesitado que usted tome la palabra y dé luz en esta oscura sociedad en la que cada vez parece que ser cristiano está mal mirado.
Sé que usted mira por el bien y la salud de sus feligreses, no lo dudo, pero a día de hoy, su pueblo, necesita de su palabra y de sus actos. Necesita volver a echar raíces por las calles, por las esquinas, por las aceras y balcones de cada unos de sus barrios mirando cara a cara a sus creencias.
Necesitan volver a llorar con lágrimas de cera quemada, volver a manchar las calles de amor, de rezos y de suplicas. Volver a ver balcones llenos de mujeres y hombres que, tras un visillo, sin poder salir a la calle, rezan un Padre Nuestro o un Ave María dando gracias porque la vida les deje ver el rostro de sus titulares.
Necesitan volver a escuchar cantos celestiales que supliquen por nuestras vidas, por nuestros seres queridos, por aquellos que ya no están. Volver a escuchar el son de una saeta, de una suplica, de un lamento que en forma de música inunde nuestros corazones para volver a sentir la llama que a veces parece que a muchos se les va apagando.
Ya se que usted piensa que todo ello se encuentra en la iglesia, en cada misa y en cada culto, no se lo niego. Pero al igual que desde nuestras administraciones se equivocan queriendo acabar con los modelos económicos de nuestra ciudad a golpe de prohibiciones, creo que se está equivocado en querer que el pensamiento socio-cristiano de nuestra ciudad cambie de golpe.
Cádiz necesita de culto en la calle al igual que necesita una transformación cristiana que no les haga poner lo anterior como primera opción. Sí, se lo reconozco.
Puede que nos hayamos equivocado durante años anteponiendo el folclore por encima del verdadero sentido que la religión tiene en todo esto.
Pero como usted bien sabe, todos cometemos errores y el castigo no puede ser cerrar el grifo. Y más viendo como cosas menos necesarias se están llevando a cabo sin miramientos ni restricciones. Solo por dinero.
Este apóstol promete hacer borrón y cuenta nueva a todas nuestras diferencias que por pensamiento seguro que tenemos, pero trabajará en arreglar todo lo anteriormente dicho y que sé que usted estará en muchas de acuerdo conmigo.
Pero de usted el primer paso para la transformación, así como Jesús puso primero su mejilla para enseñarnos a darle sentido a todo esto.
Y no le pido que dé libertad absoluta, solo que nos diga qué cree usted que los cofrades y cristianos debemos hacer para que el culto externo vuelva a la calle.
Díganos los pasos a seguir y nosotros a partir de mañana nos pondremos manos a la obra.
Díganos si deben ser estáticos, si no pueden llevarse más allá de las propias feligresías, o de pocos metros más allá de las iglesias. Si deben ser en parihuelas, con o sin música, con medidas estrictas sanitarias. Si deben ser solo algunas devociones especificas, como nuestra Patrona. Creo que todos somos conscientes y sus pasos seguiremos.
Pero por favor acabe con este silencio que existe en la calle.
Acabe con el sufrimiento de que un barrio, que, por ejemplo, en Santa María, no pueda ver por las calles a su Nazareno.
Si las devociones en esta ciudad se hicieron grandes, fueron por sus milagros y por su acercamiento al pueblo. Porque sí, a la iglesia puede acercarse el pueblo… ¿Pero a qué pueblo se esta acercando hoy la iglesia?
Querido señor Obispo puede que ni lea esta simple carta de un apóstol que por treinta monedas vendió sus sueños.
No cometa usted los mismos errores que yo, y venda usted los nuestros y termine asfixiando y ahorcando a su pueblo.
Yo lo hice para que todos recordaran a Dios.
Puede que usted lo esté borrando con estas medidas de algunos recuerdos.
Atentamente, su apóstol Judas.